Para cortar el proceso de germinación, la malta verde necesita secarse. El proceso de secado remueve el agua de la malta verde, permitiéndole convertirse en un producto estable y almacenable sin deterioro.
Este proceso se regula de tal forma que se produce a bajas temperaturas usando altos caudales de aire, conservando así la actividad potencial de enzimas requeridas para la conversión del almidón y las proteínas durante el proceso cervecero. Cuando el contenido de humedad alcanza aproximadamente el 10%, la temperatura de secado aumenta, para que la malta desarrolle aroma y color a niveles deseados. Al final del secado, el contenido de humedad está entre 4 y 5%.